domingo, 11 de enero de 2015

La hipocresía frente al terror

   El día del archiconocido atentado en París había escrito una entrada para el blog aunque no la publiqué por no hacerlo en caliente y esperar un poco. Quería reflexionar algo más sobre lo ocurrido.

   Antes de empezar quiero mostrar mi más rotundo rechazo a lo ocurrido en la mañana del 7 de enero en la editorial de Charlie Hebdo. Condeno esta masacre de la misma manera que condeno todo tipo de violencia que atente contra las libertades.

   Sale, como era de esperar, nuestro gobierno repudiando el atentado. Ese gobierno que ahora se le llena la bocona con expresiones como "libertad de expresión" y que se saca de la manga una ley para amordazar a su pueblo. El que vomita "tolerancia" y mata a tiros a 15 personas que intentaban llegar a nado a una tierra en busca de una oportunidad y que niega asistencia sanitaria a los que se "les escapan" en las fronteras. El mismo que pide y aplaude la ilegalización de partidos y el cierre de periódicos. El gobierno que desahucia familias, que desaloja centros sociales. El que cuenta con un ministro de interior miembro del Opus, secta tan tolerante con la libertad de las mujeres y los homosexuales. El mismo gobierno que va a manifestarse a París por los 12 muertos en el atentado y que permite que se muera en su país el mismo número de personas al día, repito, AL DÍA, por negar su tratamiento. 

   He leído y visto portadas, noticias y editoriales de la prensa española sobre el tema. Aún teniendo razón en mucho de lo que expresan me sube un calor por las piernas "p'arriba" al ver que los mismos que firman esas columnas, los que con su pluma claman la libertad de expresión son los mismos que, años atrás, querían "degollar" a la revista Mongolia por utilizar una imagen de la Virgen de la Macarena en una de sus ediciones y casi que condenar a cadena perpetua a los responsables de dibujar y publicar a nuestros actuales monarcas fornicando en la portada de El Jueves. Es la misma prensa que apenas habla de las "muertes" (en ningún caso de asesinatos) en los ataques a Siria, Irak, Pakistán o Afganistán, allí donde las victimas no se cuentan por una docena, sino por cientos y miles. La que le cuesta reconocer al Estado de Israel como asesino. Los mismos que pasan por alto los miles de personas que mueren por culpa de políticas migratorias. La que tachan ahora lo ocurrido en París de ataque islámico mientras que cuando Anders Behring mataba a 77 personas en Noruega por motivos ideológicos y religiosos lo definían como fanático y nunca culparon al cristianismo. 

   Hoy he vuelto a ojear las portadas de los principales periódicos españoles. Todos se hacen eco del llamado terrorismo islámico, de su amenaza y de la manifestación que hoy recorrerá las calles de París. Ninguno se hace eco en esa primera plana de los miles de personas que ayer en Madrid exigía al gobierno un tratamiento que se les está negando a los enfermos de Heptatitis C, enfermedad que, repito una vez más, deja 12 víctimas al día en nuestro Estado. 

   Se habla de combatir el terrorismo islámico. No creo en él como tal, o al menos en esa definición. No es el islam ni la religión quien mata. Son fanáticos. Y si queremos combatir este fanatismo tendremos que, en primer lugar, analizar el origen del mismo, hacer una buena lectura de la realidad y llamar a las cosas por su nombre. No podemos acabar con esta lacra si permitimos que un Estado viole y asesine un pueblo para después ocuparlo. No podemos ir de la mano de quienes invaden y bombardean pueblos buscando algo que años después todavía no sabemos lo que era. Lo que estamos consiguiendo es alimentar ese radicalismo que, a la postre, nos hace convertirnos en dianas de sus ataques. 

   Lo que nuestros políticos y su prensa ha hecho todos estos días es más de los mismo. Utilizan una información sensacionalista, la revisten, la adornan y nos bombardean con ella para sensibilizarnos. El objetivo está claro: desviar la atención de los problemas propios, distorsionar la realidad y apuntar hacia un enemigo ajeno. Y es que toda esta actitud y aptitud gubernamental, la manipulación de parte de la información y la falta de otra, las cortinas de humo, el constante bombardeo de hacernos creer que somos víctimas de a saber qué amenaza exterior es una venda que tenemos en los ojos y que, si no hacemos por quitárnosla, nos impedirá ver que, realmente, lo único que somos es víctimas de nosotros mismos. 

   

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