domingo, 7 de febrero de 2016

Titiriteros, criminalización y silencio

La verdad que el nivel de indignación en el que me encuentro es tan elevado que cuesta escribir una entrada desde una serenidad plena. Lo primero que quiero dejar claro, para que no de lugar a malas interpretaciones, es que estoy totalmente en contra y condeno toda acción criminal y terrorista. Condeno las acciones de ETA y Al Qaeda al igual que condeno el asesinato de 14 personas que hace dos años fueron tiroteadas en Tarajal y cuyos responsables siguen sin rendir cuentas.

Dicho esto, hay varios temas sobre la mesa después de la detención y encarcelamiento de los titiriteros que representaban una obra dentro de la programación de los carnavales del barrio de Tetuán de Madrid. El primero de ellos es la torpeza de quien permitió que dicha representación, con contenidos violentos y sátira política, fuera programada y dirigida a un público infantil. Esta torpeza merece una reparación y toma de responsabilidades de quien lo haya permitido, bien sea la compañía de teatro, organizadores o Ayuntamiento.

Por hacer un rápido resumen de la obra "La Bruja y Don Cristóbal", en ésta se representa la persecución, criminalización y difamación que han sufrido a lo largo de la historia numerosas personas en lo que se conocía como la tradicional caza de brujas. Como muestra de dicha manipulación histórica, se le coloca a la bruja un cartel de "Gora Alka-eta" con el fin de incriminar al personaje. Además, también aparecen contenidos violentos a lo largo de la representación en los que se ahorca al juez o se pega al policía. A uno le puede gustar más o menos el tema, las escenas, pero ¿qué tiene de diferente con otras obras de teatro, libros o películas que a diario nos inundan los teatros, librerías o cines? ¿Acaso no hay contenidos humorísticos, violentos y satíricos en la programación de TV? Y dichos contenidos, ¿no es verdad que son proyectados a horas en las que también hay niños delante de las pantallas?

Como consecuencia de todo esto, desde el pasado 5 de febrero del recién estrenado 2016, Sg. XXI, dos personas están privadas de su libertad por enaltecimiento del terrorismo. Creo que últimamente se nos está yendo de las manos todo este tema. Se juzga a concejales por unos tweets de humor negro dirigido a víctimas (algunas de las cuales reconocen reírse de dichos chistes) pero un conocido locutor radiofónico sigue vociferando con toda impunidad después de manifestar públicamente que le pegaría dos tiros a unos ciudadanos que simplemente no piensan como él. Se encarcela a dos personas por mostrar en una obra, como parte del atrezzo de la misma, una pancarta que rezaba "Gora Alka-eta", pero ni siquiera se toma declaración a quienes van a manifestaciones con pancartas y camisetas con el lema de "Viva Franco" y la fotografía del que fuera dictador y asesino en nuestro Estado durante casi 40 años.

¿Realmente le importa a los difamadores que unos niños vean una obra de contenido violento? ¿Les preocupa, sinceramente, el terrorismo a quienes ahora denuncian y señalan con el dedo? Lo único que les preocupa es criminalizar a una institución, a un colectivo, utilizando la inocencia de los niños y el dolor de las víctimas, exhibiendo, una vez más, su falta de escrúpulos y bajo nivel de democrático. No hay diferencia entre la realidad que continúa estando vigente a lo largo de la historia con la sinopsis de la tan condenada obra.

Hay un discurso creado con ciertos patrones. Esto está bien, pero esto no. De esto se puede hablar, de esto no. Hasta aquí hay violencia, pero desde aquí ya no. Un discurso creado por los que ahora se sienten amenazados pero que nada hacen los amenazantes para cambiarlo. Las dimisiones que hubo en su día han servido únicamente para darles la razón, para posicionarnos en el "esto está mal" realimentando ese discurso. Si queremos cambiar todo hay que entrar desde el principio cambiando todo. No puedes tener una carretera bacheada y tapar los baches con un poco de brea ya que de una u otra manera los baches van a seguir ahí. Asfaltemos la carretera de arriba a abajo.

Entiendo que estamos en momentos delicados, de pactos y que todavía no ha habido una pedagogía suficiente como para que la sociedad entienda ciertas posturas debido a que vivimos esclavos de ese discurso. Pero por encima de los pactos, de las estrategias políticas, está la dignidad de la gente. La realidad no pasa por sentarnos en una mesa y hacer álgebra lineal sumando sillas. La realidad es que hoy hay dos personas menos en libertad y que, además, son dos personas que defienden los mismos intereses que los que ahora hacen cuentas y callan. Mientras estemos únicamente pensando y realizando estas sumas, mientas esperamos para gobernar, que es más que probable que pasen unos cuantos años, a nuestros titiriteros, aficionados de equipos de fútbol o militantes les seguirán encarcelando. Si queremos hacer pedagogía, si queremos romper las reglas y el discurso,  si "el futuro es para los valientes", quizás hoy sea un buen día para empezar a serlo.

miércoles, 3 de febrero de 2016

MOVILIZACIÓN Y DESMOVILIZACIÓN

   Hace prácticamente 5 años de aquel 15 de mayo de 2011, esa fecha en la que nos echamos a la calle exigiendo una democracia real, una política al servicio del pueblo en el que éste debería ser el actor principal. Una efeméride en la que mucha gente que antes dormía entonces despertó y comenzó a hacer política. Probablemente, dentro de unos años, nuestros hijos y nietos estudiarán esos días como el referente de un cambio político eso depende de nosotros.

   A lo largo de los años, hubo un pueblo que se movilizó para conseguir unos derechos que el bunker nos quiere arrebatar en la actualidad. Si miramos a los últimos 50 años nos encontramos con la "Huelgona" de Asturies, apoyada posteriormente por más de 20 provincias del Estado o países como Francia y Bélgica, las movilizaciones universitarias a partir de 1965, la "Huelga de Bandas" en Euskadi entre 1966 y 1967,... y podríamos seguir hasta contabilizar las más de 5000 luchas que se produjeron en los últimos 13 años de vida del dictador. El pueblo, los heridos, los presos, los muertos,... a todos ellos les debemos esta especie de democracia en la que vivimos ahora, esa palabra con la que se atragantan algunos cada vez que la nombran. Los Juan Carlos, Suárez, Fraga y compañía únicamente buscaron una fórmula que permitiera apaciguar la exaltación en las calles mientras ellos no perdían sus privilegios tardofranquistas.

   Mordimos el anzuelo y nos conformamos con unas elecciones, una constitución y una amnistía parcial, quizás algo soñado en su contexto histórico pero insuficiente como se ha comprobado a lo largo de los años. Para este juego, Suárez legalizó los partidos perseguidos durante 40 años, que consiguieron entrar en las instituciones con gran presencia, algo que hizo temblar a inmovilistas y reformistas. Les dejamos hacer y el pueblo, en su mayoría, prefirió ser mero espectador del regreso de la Restauración en la que los Cánovas y Sagasta contemporáneos se turnaban para dirigir ese escenario de confort heredado y controlado a su vez por un jefe de Estado al que nadie eligió en unos comicios. En resumen, esta desmovilización casi total (salvo excepciones contadas) que sufrimos en el último cuarto de siglo XX permitió que lo que iba a ser un paso de gigante para alcanzar ese Estado moderno y maduro se convirtiera en un paso de cien años atrás.

   Y volvemos al punto de partida de esta entrada. A ese 15M, a las mareas, a las marchas de la dignidad, a ese ''que no tenemos miedo''. Habíamos conseguido, como decía al principio, despertar de ese coma en el que nos habían inducido. Estábamos una vez más reclamando nuestros derechos, algunos todavía por conseguir y otros que nos habían arrebatado a lo largo de los años. ''Pan, techo, trabajo y dignidad''. El pueblo volvió a hacer política y conseguimos aumentar nuestra presencia en las instituciones. Habíamos conseguido lo difícil pero nos quedaba aprobar nuestra asignatura pendiente. Volvimos a suspender. Nos volvimos a confiar. Tan rápido como tomamos las plazas las dejamos desiertas creyendo que una vez dentro ya habíamos ganado. 


   Lo bueno de todo esto es que todavía estamos a tiempo. Debemos seguir exigiendo empleo, sanidad y educación pública, que nadie se quede sin casa, encarcelamiento de criminales y delincuentes de guante blanco, ilegalización de partidos corruptos. Con la que está cayendo me parece increíble que no estén las calles a rebosar. Lo que hemos aprendido a lo largo de la historia es que somos más y que tenemos el poder. En el momento en que hemos exigido hemos ganado. Debemos volver a esa movilización para exigirles que se vayan, que les encierren por violar los Derechos Humanos, que devuelvan todo lo que se han llevado y que nos corresponde. Pero también, tan importante o más, es movilizarnos para exigir a los nuestros, indicarles el camino. Recordarles que están ahí sobretodo porque les hemos puesto nosotros y conseguir ser nosotros, el pueblo, los que marcamos el ritmo de la historia. Que nadie nos tenga que reprochar que fuimos unos conformistas.